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EL PASEO DE FIN DE SEMANA

 Fuimos con mi esposa a recorrer las sierras de La Rioja. Élida, mi esposa, tiene 35 años. Hace mucho ejercicio por lo que se mantiene en buena forma y su carne es firme y musculosa, además de tener unas curvas espectaculares.

Un par de t3tas pequeñas pero firmes con p3zones grandes, y un trasero firme y respingado, que hace que los hombres se den vuelta a mirarlo aunque vayan acompañados de sus parejas, lo que produce no pocos conflictos de parejas.


Su cabello enrulado castaño y sus ojos verdes, completan un cuadro digno de Boticelli.


Yo tengo 50 años, me llamo Ricardo y mi trabajo sedentario, me complica bastante. No es que esté gordo, tengo algunos kilos de mas, pero sin dudas que no tengo el estado físico de mi mujer y eso es un verdadero problema. Siempre digo que me pondré en forma pero nunca lo hago. Por lo demás nos llevamos muy bien en todos los aspectos, aunque imagino que los 15 años de diferencia ya empiezan a marcar alguna distancia en algunas cosas.


Apenas llegar al alojamiento, preguntamos por un guía que pudiera llevarnos a recorrer ese hermoso lugar, y nos recomendaron a un tal Fabián que era un especialista en esta tarea. Sin mas pedimos conocerlo.
Como a la hora se presentó en el hotel el guía. Era un hombre de unos 30 años, piel bronceada, cabello corto, un cuerpo sin dudas trabajado por la vida al aire libre. Vi en los ojos de mi mujer el impacto que le causó, pero no quise ser un aguafiestas, y lo contratamos para emprender al día siguiente el ascenso por una senda de dificultad media, por la que según él podíamos pasear sin ningún problema.


Al día siguiente madrugamos y nos preparamos para ascender. Calzado seguro y cómodo, una mochila con algún abrigo, agua, anteojos de sol y sombrero. Yo me vestí con un jogging amplio, y mi mujer unas calzar térmicas bien ajustadas que resaltaban sus piernas y trasero, una remera mangas largas ajustada, y un chaleco térmico. Se veía realmente muy bien. Daba mas ganas de tumbarla en la cama que se subir la montaña, pero todo estaba ya arreglado.


En la puerta del hotel nos esperaba nuestro guía. Sombrero, anteojos oscuros, una remera manga larga ajustada, y una calza corta por encima de la rodilla, que dejaba a la vista sus musculosas piernas, y lo que es peor, marcaba un pedazo bastante importante. Mi esposa no pudo menos que bajar la vista para observarlo cuando lo vio y de inmediato, tomando conciencia que estaba al lado mío, levantó la mirada y lo saludo de manera normal.


Subimos a una 4X4 con la que nos llegamos hasta el inicio de la subida, y una vez allí, luego de revisar nuestro equipo, emprendimos el ascenso.
El guía iba adelante y en los sectores mas complicados nos ayudaba a avanzar. Me extrañó que mi esposa solicitara ayuda, ya que su estado atlético debiera permitirle ascender sin esfuerzo, y lo que mas me cabreaba, es que el guía al ayudarla no perdía la oportunidad de tocarla. La abrazaba para recibirla cuando el estaba mas arriba, haciendo que sus tetas se clavaran en su pecho, y la empujaba del cul0 cuando tenía que ayudarla a subir y el estaba más abajo. La situación no me estaba gustando nada y luego de un rato, pasó lo inesperado. Mas preocupado yo por vigilar lo que hacía mi mujer con el guía, no miré donde pisaba y me torcí un tobillo.


- Ayyy!!! fue mi quejido al sentir el dolor. De inmediato el guía y mi mujer se acercaron donde yo estaba.
- Quédate quieto, dijo el guía, arrodillándose y tocando mi tobillo.
- Me duele, dije entre dientes.


Fabián se levantó luego de revisarme.
- Afortunadamente no se ha roto nada, es apenas una torcedura, que se solucionará con un día de descanso, hielo y unos analgésicos. Tendríamos que evaluar si regresamos. Con un cayado y ayuda no tendrás problema para descender.
- Oh, que pena, dijo mi mujer, ya estábamos cerca de una zona de cuevas que quería ver, dijo compungida.
- No se preocupen por mi. Los esperaré aquí. Sigan un rato con el paseo y luego regresan y descendemos. No quiero arruinarte el día, mi amor.
- No querido, si no te sientes bien, bajamos, dijo aunque con poca convicción para mi que la conozco.
- No Élida, no me duele nada, me quedo aquí y los espero. El paisaje es muy lindo y no hace nada de frío. El sol esta precioso. Fabián, déjame un cayado para poder moverme en este sector por cualquier cosa y sigan con el viaje.

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Fabián se perdió unos minutos en la sierra y volvió con una rama bastante recta y resistente que limpió con su navaja y me enseñó como usarla para poder caminar sin problemas. La verdad que era una gran ayuda. Hecho esto emprendió de nuevo el camino, mi mujer me dio un beso y me dijo que regresarían pronto.


Miré la hora. Eran las 10 de la mañana. Me entretuve un rato mirando el paisaje, pero a los 15 minutos ya estaba aburrido de estar allí. Y comencé a preocuparme por lo que estaría haciendo mi esposa. Lentamente traté de seguir el sendero y comprobé que usando el cayado lentamente podía desplazarme sin forzar el uso de mi tobillo lastimado. Lentamente ascendí y encontré un tramo plano de unos 50 metros que resultaba fácil seguir, y luego giraba a la derecha y llegaba en una serie de cavernas, para luego elevarse en un plano de 45 ° y luego volvía a girar.
Me dí cuenta que esa subida no podía hacerla así que me acerqué a las cavernas. Ingresé a una. Era pequeña. La recorrí y al final había una grieta que daba a la caverna de al lado. El sol entraba justo por la puerta así que se veía perfectamente todo el interior, menos el fondo que quedaba en penumbras. Me acerqué a la grieta y ví que salía en diagonal hacia el frente. Cuando me asomé me quedé paralizado.


Fabián de frente a mí, estaba apoyado contra una piedra y mi mujer arrodillada delante de él le estaba chupando la v3rga. Retrocedí un paso y quedé en la oscuridad. Ellos no podía verme. Mi mujer seguía en su tarea totalmente concentrada y Fabián con la cabeza tirada hacia atrás gozaba como un marrano.


- Así mamita, así, sigue, sigue, la alentaba en un susurro. Y mi mujer reforzaba su esfuerzo. El chupeteo se escuchaba claramente.
- Déjame ver tus t3tas, le ordenó, y mi mujer separándose un momento se quitó de un tirón la remera ajustada que tenía y sus t3tas quedaron a la vista del macho. La muy perra no tenía corpiño aprovechando lo ajustado de la remera.


- Toda la mañana te las estuve mirando y sintiendo contra mi cuerpo, dijo mientras las tomaba con sus manos y comenzaba a magrearlas. Mi mujer colocó sus manos detrás de su cabeza para darle total libertad al macho y lucirlas a pleno. El se arrodilló frente a ella y comenzó a chuparlas con la misma dedicación que ella le había puesto a su v3rga. Yo, inexplicablemente, comencé a excitarme. En lugar de estar enojado, estaba caliente. Muchas veces había tratado de imaginarme como sería mi mujer con otro hombre, y ahora lo estaba viendo. Y valía la pena.


A pesar de que la temperatura ambiente no era alta, la especial ubicación de las cuevas y el sol que entraba, hacía que el ambiente fuera agradable y templado.


- A que esperamos, dijo Fabián, empujando a mi mujer para que quedara acostada en el suelo arenoso de la cueva. Élida se tiró hacia atrás y se quedó apoyada en sus codos.


Fabián se quitó de un tirón su remera, dejando a la vista un cuerpo trabajado, y musculoso y luego de puso de pie. Fue allí donde pude ver su herramienta. Era impresionante. Larga, gruesa, con una cabeza amoratada del tamaño de un durazno pequeño. Era una vara imponente.


Ya de pie, terminó de sacarse su calza corta, quedando totalmente despelotado, y mostrando un cuerpo realmente viril. Yo no podía ver el rostro de mi mujer, pero se notaba que no perdía detalle.
Se arrodilló a los pies de ella y le quitó las zapatillas, para luego poniendo las manos en su cintura, bajarle lentamente la calza ajustada, dejándola solo con su tanga.


- Eres tan sensual y atractiva como imaginé, le dijo recorriendo con su mirada todo su cuerpo.
- Mi esposo debe estar intranquilo, dijo Élida ansiosa de apurar lo que faltaba.
- No te preocupes por tu esposo, le dijo separando sus piernas y acomodándose sobre su cuerpo. Se apoderó de su boca y comenzó a besarla con largos besos húmedos, mientras una de sus manos dirigía su v3rga hasta la posición que ambos deseaban. Cuando la ubicó entre sus labios vag1nales la soltó para dedicarse de lleno a besarla y pasarle la lengua por la cara, las orejas y el cuello. 

Mi mujer, abierta de patas, se aferraba con sus manos a la espalda del macho, como pidiendo que la poseyera, y no había nada que Fabián quisiera mas. Lentamente fue enfundando su manguera dentro de mi mujer. Salía unos centímetros y volvía a meterse hasta que la conjunción fue total. En ese momento mi mujer levantó sus piernas y envolvió los riñones del macho como si quisiera evitar que se saliera, lo que era evidentemente imposible por la forma en que la había clavado hasta el fondo, y no con una tachuela sino con un martillo neumático que ahora empezaba a funcionar a baja velocidad pero que amenazaba con partirla en dos.


Yo, inconscientemente desenfundé mi v3rga y comencé a masturbarm3 ante la erótica escena que presenciaba, olvidando que una de las participantes era mi fiel esposa. La escena era muy caliente, imposible de soportar sin excitarse.


Luego de unos minutos, mi esposa comenzó a gemir y suspirar, para terminar yéndose en un clímax salvaje, debajo de ese macho que la estaba bombeando ahora sin piedad alguna, y aunque la sintió acabar, no se detuvo, siguió al mismo ritmo, con lo que consiguió que ese orgasmo se extendiera segundo tras segundo, hasta hacerse interminable. Por fin, mi mujer quedó prácticamente inconsciente de placer.



En ese momento, Fabián se levantó. Su v3rga despedía vapor de lo caliente que estaba y el ambiente algo frío del lugar.


Esperó unos minutos que Élida se recuperara. Por fin tomándola de las manos hizo de se arrodillara, quedando ahora su sexo frente a mí, en diagonal. Fabián se colocó a la grupa de la hembra y lentamente comenzó a guardar nuevamente su herramienta en el sexo de la hembra. Ahora desde mi lugar podía ver como esa v3rga entraba y salía del cuerpo de mi mujer. Yo comencé a acelerar mi paja, y por fin, cuando Fabián comenzó a inyectar todo su s3men en mi esposa, acabé como un marrano. El muy hijo de puta, tiene que haberle tirado no menos de 7 u 8 chorros de lefa dentro de su vag1na, y se quedó sobre su espalda agotado. Cuando sacó su v3rga, lentamente un río de sem3n comenzó a salir de la c0ncha bien regada de mi mujer.


Me acomodé la ropa y salí sin hacer ruido. Lentamente volví a mi lugar y esperé. Eran casi las 11. Durante casi una hora el guía se había estado cog1endo a mi mujer. Eran 11, 15 cuando ambos descendieron con aspecto bastante cansado.


- Se los nota cansados, dije inocente.
- Si mi amor, no sabes lo que fue subir hasta las cuevas
- En circunstancias parecidas, uno siempre se agota de subir y bajar, dijo Fabián claramente con doble sentido.
Mi mujer se puso colorada.
- Bueno ahora te vamos a ayudar a descender, dijo el guía muy atento.


Por fin regresamos al hotel.


Me acosté envolviendo mi tobillo con hielo, y dediqué el resto del día a descansar, con la solícita atención de mi mujer, que al volver fue directo a bañarse, diciendo que estaba transpirada por el ascenso, aunque yo sabía que estaba transpirada y pegoteada por la cepillada que le habían dado.
A la tarde el guía vino a visitarme, y se sentó en nuestra habitación a charlar conmigo, lo mas campante. Yo no sabía como tomar esta situación ni que decir. Aprovechando que el estaba conmigo, mi mujer salió a hacer algunas compras, ya que al día siguiente teníamos que regresar a casa.Me costó mucho conversar con Fabián sin tener en mente lo que había pasado, y lo mas molesto es que él estaba tranquilo como una uva, como si todo fuera normal.
Por fin, salió el tema de mi mujer.


- En verdad que tu esposa es muy bonita. Y además muy sensual, si no te ofendes con mi comentario.
- No, para nada Fabián, porqué voy a ofenderme.
- Y haces bien. No hay nada peor que tener una mujer a la que nadie desea, verdad?
- Creo que tienes razón. Noto que a los demás hombres les gusta bastante.
- Y eso que solo se la imaginan. Es mucho mas caliente de lo que parece.
- Vaya, vaya, no se de donde sacas esa opinión, dije molesto.
- Ricardo, hace mucho que recorro estas montañas, y esta vida ha hecho que tenga todos los sentidos mas desarrollados. Así como al conocerlos me dí cuenta que no le era indiferente a tu mujer, también mientras estaba con ella en la cueva te ví a tí asomado, mirando y disfrutando la escena. La paja que te hiciste fue de campeonato, dijo sonriendo.
Me quedé de una pieza.



- Cuando empezamos el ascenso, noté que ella me buscaba. Era evidente que no necesitaba con el estado físico que tiene mi ayuda para subir, pero le encantaba refregarse contra mi cuerpo y sentir como mi v3rga se estiraba cuando ella me rozaba, así como sentir mi mano en su trasero cuando la empujaba. Cuando te accidentaste ella vio la oportunidad. Al dejarte solo, apenas doblamos la curva se arrojó sobre mí, preguntando donde había un lugar en el que pudiéramos estar solos y apartados de miradas indiscretas.


 La llevé a la cueva y apenas entrar me bajó el pantalón y se metió la v3rga en la boca con desesperación. En ese momento tu llegaste. Esperé unos minutos para ver si ibas a hacer tu aparición y armar un escándalo, pero eso no pasó. Conclusión, querías convertirte en cornudo y te encanta mirar. Me equivoco?


Guardé silencio uno segundos.


- La verdad que no me gusta ser cornudo, pero hacía mucho que fantaseaba con ver a mi mujer tirar con otro macho, expliqué tratando de justificarme.
- Pero me parece muy bien, Ricardo. Que mejor que verla con un hombre que nunca más va a volver a encontrar en su vida. Tal vez si yo estuviera casado, pensaría igual que tú.


Esas frases de Fabián me tranquilizaron. Tenía razón. Lo que había ocurrido en la montaña se quedaría en la montaña. Respiré aliviado.
- Me alegra que entiendas que esto no volverá a repetirse.
- Bueno. De eso te quería hablar. ¿ No te gustaría ver a tu mujercita tirar con otro pero en una cama y con todas las comodidades?
Lo miré desconcertado.
- Me estás proponiendo volver a tirarte a mi mujer?
- Por supuesto, pero en un ambiente mas íntimo y agradable. Te aseguro que enloquecerás con lo que verás, y tendrás un recuerdo único. Y mañana te vas y como si nada. Pero tú decides.
Me quedé mirándolo en silencio.
- Cual es tu plan, para que mi mujer no sospeche que consiento que me engañe.
- Muy fácil, los invito a cenar en casa. Luego de cenar tu pierna te molestará un poco y yo te daré un sedante al que tú no estás acostumbrado y te dará sueño. Para esa altura de la noche tu mujercita ya no tendrá ganas de irse sin nada de mi casa, así que te ubicaremos en la otra habitación para que descanses. Nosotros terminaremos en el otro dormitorio y tu desde el balcón que es compartido y está cerrado y por lo tanto no hace frío, podrás disfrutar por la ventana de todo lo que hagamos. Cuando acabemos te despierto y te llevo al hotel, y mañana estarás de regreso en tu casita con excelentes recuerdos de las vacaciones, dijo de un tirón,mostrando a las claras que tenía todo planeado.



MIENTRAS TANTO ÉLIDA

En realidad tenía poco que comprar, pero necesitaba estar sola para pensar.
Ese día iba a ser inolvidable.
Desde que lo ví a Fabián me excitó. Yo quiero mucho a mi marido, pero ya no es en la cama lo que era hace 5 años cuando nos conocimos. Para colmo me mantengo en estado y los hombres no dejan de proponerme encuentros prohibidos, los que nunca acepto, pero que muchas veces me calientan cuando son muy descriptivos con lo que piensan hacerme.


A mi marido no le comenté nunca nada porque tenía miedo que se pusiera celoso. Y por supuesto no voy a engañarlo con un conocido que después se burle de él cada vez que lo encuentre, aunque lo haga en doble sentido y casualmente. Lo respeto mucho como para convertirlo en el hazmerreir del barrio.



Por eso empecé a fantasear desde el primer momento en tener algo con el guía. No lo conocía ni el a mí, y no volvería a verlo mas. Durante la ascensión busqué de todas las maneras acercarme a él y ver que efecto producía mi persona en él. Bastaron unos pocos minutos para notar como su v3rga se ponía dura cada vez que yo simuladamente como accidentalmente lo rozaba o me refregaba en él. Estaba tan caliente y dispuesto como yo. El problema era la presencia de mi marido. 

No podía ser tan evidente, y no podía avanzar mas allá del histeriqueo. Hasta que se lastimó. En ese momento toqué el cielo con las manos. Conseguí que aceptara quedarse allí, mientras nosotros seguíamos la excursión, y en minutos nomas estaba arrodillada frente a él, adorando el mejor pedazo de carne que había tenido en mi vida.
Cuando quedamos satisfechos, me acordé de mi marido, y tuve miedo que sospechara. Cuando se lo comenté a Fabián se rió.


- Querida, no conoces a tu marido. Estuvo mirando todo lo que hacía y se masturbó como un mono, dijo riendo.
Me quedé helada.
- No juegues con estas cosas , dije enojada.
- Te juro que es cierto. Estaba allí, dijo señalando la grieta que unía las cuevas. El no se dio cuenta que yo lo ví, ni que ví como gozaba al verte ensartada por otra verga. Evidentemente hace mucho que sueña con ser cornudo y mirón.

- Y ahora? Dije asustada.

- Tu tranquila, que el no va a decir nada. Y esto abre hermosas posibilidades.
- Como cuales?

- Si lo manejo, esta noche te tendré toda para mi en mi cama, y el cornudo estara haciéndose otra paja mientras nos mira coger.

- Tu estás loco.
Me atrajo hacia el y me besó con fuerza. Luego de un rato me soltó.

- Dime que no te gustaría que te volviera a partir con mi matraca, dijo muy seguro.
- Si que me gustaría, reconocí, pero no creo que Ricardo esté de acuerdo.
- Esta tarde voy a visitarlos. Tu vete y dejanos solos. Y si cuando vuelves los invito a comer en casa, sabrás que el cornudo aceptó.

Bajamos, ayudamos a Ricardo y lo instalamos en la habitación. Fui a bañarme y esperé atentamente que mi marido comentara algo, pero no dijo nada. No podía creer que fuera un cornudo consciente. Nunca se termina de conocer a las personas.


Por eso, cuando llegó Fabián hoy, salí de la casa expectante. ¿ Podía él tener razón?

Cuando regresé y Fabián nos invitó a cenar en su casa, no pude creer lo que pasaba. Me costó trabajo disimular mi asombro, y máxime al escuchar a mi esposo aceptar encantado.

Por fin Fabián saludó y yo atentamente lo acompañé hasta la puerta del hotel.

- Te dije que iba a aceptar. El cornudo te quiere ver bien ensartada. Eso lo pone caliente como nunca. No te extrañes que quiera montarte a como dé lugar. Va a estar pasado de rosca, dijo Fabián sonriendo.

- Todavía no puedo creer que sea cierto, pero voy a confiar en tí, le dije no muy convencida.

- Déjalo en mis manos, y trata de no reírte cuando empiece a hacerse el dormido. Y espero que me sorprendas con la ropa que lleves puesta, put1ta, me dijo dándome una palmada en el trasero mientras bajábamos la escalera.


Al volver a la habitación, veo con sorpresa que debajo de la sábana un bulto se había formado. Fabián tenía razón. Mi cornudo marido estaba caliente como una pipa. Disimuladamente procedí a desnudarme delante de él, y me puse a preparar la ropa para la noche, moviéndome por la habitación y sintiendo los ojos del cabrón de mi marido clavado en mi humanidad.


- Estás muy bonita, dijo por fin, con una voz que denotaba un exceso de lujuria, como hacía mucho que no tenía.

- Gracias, mi amor. Me alegra mucho gustarte.

- Me imagino que le gustaras a todos los hombres que te miran.

- Pues sí, pero nunca quise contarte para que no te enojaras, dije modosita mientras seleccionaba con cuidado mi ropa interior para la noche.

- Cuenta, cuenta, dijo desesperado.
- Te vas a enojar, dije sonriendo por dentro al verlo tan sacado.

- Te prometo que no, dijo para alentarme.
- Bueno, muchos de nuestros vecinos me alaban permanentemente, dije con toda intención.
- ¿ Quiénes?
- Pues, por ejemplo el carpintero de enfrente.
- Que cabrón. Casado y tirándose lances con una vecina casada. ¿ Y que te dijo?
- Bueno, un día pasé y lo salude atenta como hago siempre, y me llamó.
- ¿ y? Preguntó el cornudo mientras su v3rga latía debajo de la sábana.
- Me dijo que su mujer había viajado y que si entraba a su casa tenía algo para mostrarme.
- ¿ Y tu que hiciste?
- Inocente de mí le pregunté que quería mostrarme.
- ¿ Y que dijo?

- Que me quería mostrar como se le ponía la verga al verme pasar. Y que soñaba con romperme ese cul0 de pu-ta que bamboleaba por las veredas, me dijo con una cara de loco que me asustó.

- ¿ Y que hiciste?
- Pues me reí y seguí mi camino.

- ¿ Y quien mas? Dijo ya a punto de explotar.
- Pues el hijo del matrimonio de la esquina.

- Pero si apenas tiene 18 años
- Justamente, un día me cruzó en la calle y me preguntó si no necesitaba una pija joven para sacarme las ganas que seguramente tenía acumulada de coger siempre con un viejo.
- Pero que hijo de puta, no lo puedo creer.

- Uhhh, y muchas otras a las que por supuesto jamás respondí, dije sentándome en la cama.
- Querida, necesito un favor.
- Dime mi amor.
- Necesito que me la chu-pes. No sabes como estoy.
Mi mano agarró su v3rga por encima de las sabanas.


- Lo veo mi amor, dije mientras lentamente corría las sabanas y aparecía su v3rga dura como nunca. Era mas pequeña que la de Fabián pero no era para despreciar, y pensé que algo tenía que darle a cambio de la noche que iba a pasar con su consentimiento. Me agaché y la capturé con mi boca. El cabrón casi se muere de placer. 

Le costó trabajo no irse en seco, pero pudo contenerse. Yo no quería cansarme demasiado pensando en lo que me esperaba esa noche con el animal, así que me propuse vaciarlo enseguida y dejarlo tranquilo.
Se la chu-pé un rato y luego me subí sobre él, me la encajé bien adentro y comencé a moverme mientras mi mano le sobaba los hu3vos. Duró apenas un par de minutos. Se ve que las escenas del día y el diálogo lo habían descontrolado. Se corrió como un salvaje sollozando de placer.


- Eres malo, ahora tendré que bañarme, dije sonriendo mientras desmontaba. Ricardo quedó en la cama boqueando como pez fuera del agua. En algún punto me dio lástima.
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Esa noche llegamos a lo de Fabián, quien nos hizo pasar muy atento, me dio la mano y le dio un beso en la mejilla a mi esposa, que se comportó como si recién lo conociera. La muy pu-ta trataba de disimular.


La noche transcurrió muy amena y tranquila. Élida lo ayudó a servir la cena, y luego a levantar el servicio. Escuchamos música, comimos bien, y antes del postre me quejé de que me dolía un poco el tobillo. 

Fabián me aconsejó que me recostara un rato y me acompañó al dormitorio que me había descrito. Me dio pena la preocupación de mi mujer y su sugerencia de que volviéramos al hotel. Por nada del mundo.


Allí estaba el balcón cerrado como jardín de invierno que comunicaba ambas habitaciones. Me dejó sobre la mesita de luz unos sedantes y un vaso de agua, y me dijo que esperara a que cesara la música. Que cuando eso ocurriera fuera por el balcón hasta la ventana del otro dormitorio.

Me quedé allí en silencio escuchando la música y haciéndome el dormido por si mi mujer llegaba a venir a verme, cosa que hizo al rato.


Y de pronto, la música cesó.


Yo estaba paralizado. Acababa de entregar a mi fiel mujercita a otro hombre, y para colmo lo disfrutaba. Esa tarde, cuando ella me contó las cosas que los demás le decían creí volverme loco. Tanto me calenté que apenas pude penetrarla y me corrí. No entendí como ella había aguantado tantas insinuaciones sin ceder jamás, y se lo agradecí internamente. Pero ahora estaba a punto de verla tirar con otro hombre y con mi consentimiento, aunque ella no lo supiera. Me levanté con sigilo y abrí tratando de no hacer ruido la puerta balcón. 

La oscuridad de la noche era total. Me acerqué a la ventana del otro dormitorio, en el cual Fabián había dejado la persiana un poco levantada para que yo pudiera ver por las rendijas lo que pasaba. Las cortinas corridas hacían mas facil la visión. Por otra parte una luz dentro de la habitación y ubicada en el ángulo de la ventana, y alumbrando hacia adentro impedía que se viera mi sombra fuera, pero además destacaba al detalle todo lo que pasaba adentro, aunque era una luz tenue. El muy cabrón había pensado en todo. Me iba a brindar un espectáculo en toda la regla, con mi mujercita como ofrenda.

Entró Fabián, prácticamente arrastrando a mi esposa.


- No Fabián, no me parece bien.
- Vamos zorra, que te pareció bien saltarme encima hoy en la montaña, no?
- No se que me pasó. Nunca fue infiel. Seguramente el lugar, el aire de la montaña, no se, dijo mientras se resistía al empuje del macho, lo que me gustó.
- Yo se que te pasó. Necesitas un poco de sexo salvaje por fuera del matrimonio, vamos, confiesa.
- No Fabián. Soy muy feliz con mi marido, no te equivoques.
- ¿ Cuando fue la última vez que te montó?
- No te interesa, pero fue esta tarde para que lo sepas.
- ¿ Y acabaste?
-Como siempre que tengo sexo con él, mintió, lo que agradecí. En realidad eran escasas las veces que lo conseguía.
- Sin embargo, estás muy caliente, dijo el macho.
- No es verdad


Fabián la abrazó y la beso como un salvaje, mientras su mano se perdía dentro del pantalón con elástico que tenía puesto, hasta llegar a su s3xo. Ella intentó retirarse pero la fuerza del macho se lo impidió.
Sacó sus dedos pringosos del pantalón y los chupó delante de ella descaradamente.

- Estás hirviendo zorra. Si hubieras acabado no estarías así. Pero no te preocupes, te voy a dar lo que necesitas. Vamos desvísteme.
Ella se negó y el volvió a someterla con su boca, metiendo su lengua hasta el fondo de su garganta hasta dejarla sin aire. Notoriamente la resistencia de mi mujer estaba cediendo, y era comprensible con el tratamiento que estaba recibiendo.


Cuando se separó, insistió.

- Desnúdame, y mi mujer tímidamente se acercó y comenzó a desabrocharle la camisa. Para ese momento yo ya estaba muy caliente. Y mi mujer, se notaba que a pesar del esfuerzo, era superada por la voluntad del macho. La comprendí perfectamente. No tenía experiencia en lidiar con esta clase de tipos.


Fabián se quedó quieto, dejando que la hembra trabajara. Le quitó la camisa, luego se arrodilló y le sacó los zapatos y las medias, y por fin desabrochó el pantalón y se lo quitó por los pies, dejándolo solo con un slip que estaba a punto de reventar por la presión que ejercía una verga totalmente distendida. En ese punto se levantó y se alejó un paso.
- Todavía te falta, le dijo Fabián dominante.
- Mira, pensemos mejor esto. Mi esposo está ahí al lado. Puede sorprendernos.
- Querida, tu maridito está dormido como un lirón. Le dí unos sedantes para dormir elefantes. Así que no va a despertarse aunque grites como una virgen cuando te clave contra el colchón. Vamos, sigue con tu tarea, dijo poniendo sus brazos en jarra.


Mi mujercita, con cara de asustada, volvió a acercarse, y por un momento tuve deseos de intervenir para evitar que sufriera esa servidumbre, pero me aguanté. Había arreglado esto y quería verlo.
Se colocó frente a él y tomó los laterales del slip. Fabián la detuvo.


- No querida. Me lo quitarás arrodillada frente a mí. Será mas fácil para lo que vendrá después. Mi mujer y yo nos imaginábamos lo que vendría. Ella puso cara de susto y a mi la verga se me estiró un par de centímetros.
Lentamente se arrodilló, y tomó el slip para bajarlo. Cuando lo hizo una v3rga dura como un hierro saltó como una fiera que deja su jaula y quedo oscilando delante de la cara de mi esposa.

Fabián salió del slip, provocando con sus movimientos que el péndulo siguiera moviéndose.
- A hacer lo que mejor sabes, put1ta, le dijo volviendo a poner los brazos en jarra y exhibiendo impúdicamente su lanza enhiesta.
Y la escena que sorprendí en la montaña se volvió a repetir, esta vez a escasos dos metros de distancia. Ver como esa v3rga se perdía en la boca de mi mujercita me enloqueció. Esta tarde me había hecho lo mismo, pero esta v3rga era de cuidado. No me imaginé como había para tragársela toda. Luego de un rato, Fabián tomo su cabeza y comenzó a masturbars3 en su boca.


- Eres buena para esto. Me imagino que tu marido lo debe disfrutar. Que placer que me das, zorrona. Te lo voy a compensar no te preocupes. Va a valer la pena.


Evidentemente, desde el momento que mi mujer tocó esa v3rga, ya no tenía mas control sobre su cuerpo. Se la veía excitada y descontrolada.


- Ahora quiero que te desnudes muy lentamente. Y que valga la pena, dijo mientras la levantaba del suelo y la obligaba a dejar el pirulín. La verdad que mi mujer tenía pocas ganas de dejarlo.
- Primero quiero ver si mi marido está realmente dormido.


Hija de pu-ta!!!!, tuve que apurarme en volver al dormitorio y acostarme. Al rato mi mujercita se asomó por la puerta y me llamó. No respondí. Se acercó y me movió.

- Por favor despierta, y vamos a casa. Hazlo por mí, dijo con una voz que se notaba que estaba asustada. Me dio pena, pero estaba decidido a seguir con el plan. Seguí inconsciente. Lentamente se retiró y cerró la puerta detrás de ella.
Esperé unos segundos y luego me dirigí de prisa hacia mi ubicación anterior.
Cuando llegué, mi mujercita se estaba desnudando lentamente, con mucha sensualidad y con cara de susto, que seguramente no hacía mas que calentar al macho que la iba a cepillar. Y a mi me excitaba a niveles increíbles.

Fabián sentado en la cama disfrutaba del espectáculo.


- Eso, eso perra, así me gusta, decía mientras se masturbaba lentamente, como si supiera que eso la ponía a mi mujer. Se volvía loca cuando yo me masturbaba delante de ella, y de hecho, mientras se desnudaba, a pesar del miedo de sus ojos, mordía su labio inferior y no quitaba los ojos de esa verga turgente.


Cuando estuvo completamente desnuda y mostrando todos sus atributos a pleno, Fabián se levantó, la tomó de la mano y la hizo sentarse en el borde, a los pies de la cama. Luego lentamente hizo que apoyara su espalda en el colchón.
- Dime ricura ¿ te gusta que te la coman?


Ella trató de juntar las piernas instintivamente, aunque como el macho estaba en el medio no lo consiguió.

- Nunca me lo han hecho, contestó con sinceridad. Era verdad.
Fabián se rió.

- ¿ Me vas a decir que tu marido nunca te metió la lengüita en el c0ñ0? Pues no sabe lo que se pierde , ni tu tampoco. Ya verás.
Y uniendo el dicho al hecho, se arrodilló, colocó las piernas de mi mujer sobre sus hombros, la trajo bien hasta el borde, y en esa posición hundió su cara entre sus piernas. Mi mujer se aferró de las sábanas como si fuera a romperlas.

- Uhhhhhhh, fue todo lo que dijo ante las sensaciones que esa lengua le estaba proporcionando.
Cerró los ojos y se quedo inmóvil. Lentamente fue soltando las sábanas y sus manos se aferraron de la nuca del macho, empujándolo para que se metiera mas adentro, si eso era posible.
Siguieron así un largo rato y con asombro vi que mi mujer comenzaba a sacudirse, a temblar y por fin explotó en un orgasmo salvaje. Sus piernas se tensaron levantándose de los hombros del macho. Sus manos se apoyaron en sus propios muslos mientras su cuerpo se elevaba de la cama, para terminar cayendo totalmente entregada sobre el colchón con sus brazos en cruz. El clímax había sido muy profundo. Lentamente saqué mi v3rga y comencé a masturbarme. El espectáculo era increíble.

Por fin, Fabián se levantó de su posición, y Élida ya recuperada se sentó en la cama.

- Ahora, acuéstate bien porque te voy a bombear un rato, le dijo acariciándole con ternura el cabello.


Mi mujer, obediente, retrocedió hasta apoyar su cabeza en la almohada. Se quedó allí con las piernas flexionadas y abiertas, mostrando que estaba receptiva para lo que quisieran darle.
Lentamente el macho subió a la cama, y se acomodó entre sus p1ernas, para comenzar a besar su rostro, su cuello y su boca, mientras se apoyaba en sus codos para no aplastarla. También dedicó un tiempo a sobarle los p3zones y a chuparlos. Mientras, mi mujer, metiendo una mano entre los dos cuerpos, comenzó a masturbar lentamente su herramienta, enfureciéndola aún mas, si eso era posible.


 Realmente daba miedo el pedazo de rabo que apuntaba a mi tierna mujercita. Si no fuera porque ya había visto como se lo tragaba, hubiera dudado que pudiera.
- Acomódalo tu, le dijo al oído y ella con una mano abrió su vag1na, separando los labios y con la otra descapuchó la v3rga y la acomodó en la entrada.


Se miraron con deseo. Era evidente la comunión que había entre ellos. Y mientras se miraban Fabián avanzó y la cabeza de su v3rga se perdió dentro de mi esposa, que en ese momento cerró los ojos por un segundo, para luego abrirlos y tratar de apoderarse de la boca del macho, lo que este permitió. Mientras mi mujer le metía la lengua hasta el fondo, Fabián la iba clavando sin prisa, pero sin pausa, hasta que sus cuerpos se chocaron. Allí mi mujer soltó su boca y gimió de placer, al sentirse llena como nunca antes. Para colmo el orgasmo que había tenido un rato antes la había dejado muy sensible, porque fue sentirla toda adentro y volver a acabar.


- Pero mira que eres una pu-ta calentona. Es complicado satisfacerte perra. No creo que alcance todas las vergas del pueblo, le decía mientras comenzaba a bombearla salvajemente.

- No,no alcanzan, dame mas, dame mas, reviéntame cabrón, partime en cuatro, pedazo de marica, decía mi esposa totalmente sacada.


- ¿ Cómo te arreglas con la de tu esposo solamente?

- Me la aguanto papi, me la aguanto, pero hoy quiero v3rga, mucha v3rga, y quiero que me des leche, que me inundes, que me bañes. Quiero irme preñada, decía mientras se movía como una víbora clavada a una estaca, que era mas o menos lo que estaba pasando.

Yo estaba enloquecido. Nunca había visto a mi mujer de esta forma. Y tuve miedo. Después de sentir lo que estaba sintiendo ;¿ Volvería a negarse al carpintero o al muchachón de la esquina? Le estaba tomando el gusto a las v3rgas ajenas y esto era peligroso. Muy peligroso. 


Pero por el momento me corrí como un salvaje, a pesar de que habia dejado de masturbarm3 y para colmo, ni siquiera se me bajó. Tuve que seguir mirando la escena con mi p1ja dura. Nunca me había pasado.
Fabián se retiró un poco y levantó las piernas de mi mujer calzándolas sobre sus hombros para en esa posición arremeter nuevamente con su ariete, que ahora sí entraba hasta el fondo, como indicaban los gritos de mi esposa. La estaba partiendo realmente. Me asusté hasta que pude entender sus gritos.



¡¡¡¡ Asi cabrón marica!!!! Dame todo lo que tienes que me lo como, vamos empuja, empuja fuerte no seas pu-to . Muéstrame lo que es un hombre, lo desafiaba y Fabián como respuesta empujaba mas y mas y la bombeaba cada vez mas violentamente. Y de pronto se quedó extático, Gruñó como un animal y se aplastó sobre ella, mientras sus nalgas mostraban como estaba inyectando su s3men dentro de mi mujer. Era salvaje.

- Ahí te va perra, y otro, y otro más. Te inundo con mi leche cabrona pu-ta, te voy a preñar, te voy a preñar, decía mientras arremetía y contraía sus nalgas liberando los espesos chorros de sem3n que mi mujercita deseaba.


Luego de unos minutos, Fabián rodó y quedó a su lado. Mi mujer quedó con las piernas separadas y un verdadero río de grumos blanquecinos comenzó a decantar de su vag1na. La acabada había sido impresionante. Si mi mujer no se cuidara, no tengo dudas que la hubiera preñado.


Los dos se pusieron de costado y comenzaron a besarse. Una verdadera ceremonia de amantes, como si existiera amor entre ellos, cosa que yo sabía que no era así, pero sus besos eran tiernos y dulces.


- Ha sido hermoso nena, hermoso. Ahora levántala de vuelta que quiero seguir. La noche es joven, dijo, y mi mujer corriéndose hacia abajo se metió en la boca la verga morcillona, tal como había quedado de la sesión anterior.


Durante un rato solo se oyó el chupeteo de mi esposa. Y por fin, con un rostro victorioso, volvió a colocarse como antes.


-Ahora te vas a dar vuelta, le dijo Fabián y ella obediente giró quedando de frente a la ventana donde yo estaba.

Fabián se ubicó detrás de ella, levantó su pierna, la acomodó sobre su cintura, y en esa posición tomó su verga tan dura como antes, y se la endiñó de una, hasta el fondo. Mi mujercita se ve que estaba dilatada porque esta vez no dijo nada. Apenas si puso una cara de pu-ta para el campeonato.
Una de las manos del macho magreaba sus t3tas, mientras la otra la aferraba del cuello, como si quisiera ahorcarla. Mientras yo veía como su v3rga entraba y salía de mi esposa. Los movimientos sinuosos del macho eran repetidos por el elástico cuerpo de mi mujer. Ahora entendía porque iba a hacer gimnasia. Para moverse como una verdadera pu--ta.
Media hora después, y cuando ya la había hecho pasar por diversas posiciones, desde tenerla en cuatro patas hasta cogérs3la de pie contra la pared, haciendo que mi mujer acabara varias veces, abandoné el mirador. Yo mismo había acabado dos veces más. La última fue solo mental porque nada tenía ya para soltar. Destruido volví a mi cama a esperar que Fabián viniera a “ despertarme” para llevarme a casa.


Pasó todavía una media hora mas, y por fin, Fabián correctamente vestido, vino a despertarme para llevarme a casa. Mi mujer aunque simulaba, se notaba que le costaba moverse, y es que seguramente la sesión había sido demasiado para los hábitos sexuales a los que estaba acostumbrada. O eso quise creer.


Me dejaron en el hotel, y mi mujer bajó a pedir que me prepararan un té, dejándome solo con Fabián.
- Te diste el gusto, cabrón, le dije
- La verdad que valió la pena, y espero que hayas disfrutado del espectáculo, dijo sonriendo.
- Ha sido interesante y sinceramente lo disfruté, pero te envidio la presencia de ánimo. Yo no podría cogerme a una mujer con el marido mirando.
- Son años Ricardo. En este trabajo ya he visto de todo. Y ahora te dejo que descanses. Trata con cariño a tu mujer por unos días hasta que se recupere. Suerte.
Se levantó y llegó a la puerta. Se detuvo y me miró.
- Tengo que explicarte que no lo habíamos hablado previamente, ni tampoco lo habías puesto como límite, así que cuando tu mujercita me pidió que la sodomizara, lo hice con mucho placer. De ahora en adelante te será fácil encularla. Se lo abrí bien. Te lo dejo como regalo. Abrió la puerta y salió.
Me quedé helado. El hijo de puta había sodomizado a mi mujer. Con razón no podía caminar. Y yo no lo había visto.
Me quedé pensando cuan complicado sería que el muchachón de la esquina viniera a casa a sodomizar a mi mujer, y así poder disfrutarlo en vivo y en directo. Pero esa será otra historia.


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Comentarios

  1. Muy exitante relato me recodo las travesuras que hacíamos mi esposa y yo con mi vecino lo disfrutabamos mucho los tres

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    Respuestas
    1. gracias por tu comentario y me alegra que te haya traido buenos recuerdos ...si quieres puedes dejar tu relato en el grupo de facebook y con gusto lo publicaremos

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