La nueva empleada en la farmacia

Me llamo Emilio, tengo 45 años y vivo en Belgrano, un lugar donde cada día es casi igual al anterior. Mi vida es tranquila, compartida con Ana, mi esposa, y nuestros dos hijos adolescentes. Trabajo como contador, pero mi vida dio un giro inesperado gracias a mis visitas a la farmacia "La Salud" para comprar los remedios de mi suegra. Allí conocí a Miriam, una mujer de 28 años, casada, con una belleza que me cautivó desde el primer momento. Su cabello oscuro y largo enmarcaba un rostro con ojos marrones profundos y una sonrisa que parecía prometer secretos. Medía alrededor de 1.65 metros, con una figura que su bata blanca no podía ocultar: pechos firmes que se adivinaban bajo la tela y una cintura que invitaba a ser tocada. Mis visitas a la farmacia se convirtieron en algo más que una tarea. Empecé a notar señales de que ella también sentía algo. Sus manos se demoraban al darme los medicamentos, permitiendo que nuestros dedos se encontraran de una manera que no parecía acciden...